miércoles, 14 de septiembre de 2016

Hillary y Enrique

Columna Motu Proprio de Ventura Cota y Borbón III
El reciente desvanecimiento de la candidata Hillary Diane Rodham Clinton, durante el aniversario número 15 del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York -postulada por el partido Demócrata allá en la Unión americana-, a su contrincante Donald John Trump, le cayó como anillo al dedo para sus aviesas intenciones; ya que la muestra de debilidad de la señora, de acuerdo a encuestas de especialistas, lo apuntala en la elección del próximo mes de noviembre.

Y para mala fortuna de la aspirante presidencial exsecretaria de Estado, no es la primera vez que enseña las cartas en ese sentido. En diversos eventos a la señora de Clinton se le ha visto titubeante evidenciando su precaria salud y mandando una mala señal a sus posibles electores, lo que la hace vulnerable ante su misógino rival.

Los gringos son muy delicados en esos y muchos aspectos más, y aunque todavía el mes próximo pasado Clinton le llevaba una ventaja aceptable a Trump, ésta se ha esfumado y al paso que va, no sería una idea descabellada que el del copete güero obtuviera el triunfo en las lizas electorales de allende la frontera. Lo que significa una pésima noticia para los mexicanos y otros ciudadanos del mundo.

Hay surgido circunstancias favorables para que el republicano remonte en la desventaja. La pifia cometida por nuestro mandatario en días pasados al invitarlo a México, y lo peor, darle tratamiento de jefe de Estado, sin aún ser nadie –políticamente hablando-, le dio gasolina al copetudo norteamericano (del de aquí, abajo hablamos); y, lo que le está pasando a Hillary Clinton, es la piedra que echó a perder el caldo.

Aunque la salud de cualquier persona es un asunto de índole muy particular, en el caso de quienes aspiran  a un puesto público y sobre todo de la envergadura del que pretende la candidata demócrata, allí deja de serlo para convertirse en asunto de interés para sus posibles gobernados. No cabe dentro de las posibilidades que alguien de quien se sospecha no goza de cabal salud –en todos los aspectos-, pretenda hacerse cargo de la administración y destino de un país, sobre todo uno tan grande e importante como es el de la nación vecina.

Sólo esperemos que en la elección presidencial de los Estados Unidos de Norteamérica que se efectuará el próximo martes 8 de noviembre no gane el racista millonario Trump; deseamos que la salud de la señora Clinton mejore y los sufragistas gringos y demás elijan a la damita en cuestión, aunque ella tampoco es una perita en dulce, pero de los males, el menor. (Por cierto y aunque su nombre no figure para nada en la contienda estadounidense, hay un tercer contrincante de origen mexicano que también busca ser presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, se llama Roque De la Fuente Guerra, desde luego, no hay siquiera mínima posibilidad de que obtenga alguna cantidad de votos importantes).

Y como colofón a este mamotreto, en cuestiones de gobernabilidad de cualquier país, la salud de un jefe de Estado es asunto de seguridad nacional…En cualquier país demócrata desde luego, en el nuestro no. Recordemos que del señor Enrique Peña Nieto se sospecha que padece una enfermedad muy delicada. Espero que no se refieran a algo relacionado con el cerebro. Ya con el señor Felipe Calderón se presentó situación similar. Acerca de Calderón, hasta la saciedad se habló de su presumible alcoholismo; y de Vicente Fox, su esquizofrenia es visible a larga distancia. Pero insisto, en México todo se vale, finalmente, quienes pagamos la cuota de sus yerros, somos el pueblo.


He dicho.